Durante años, las personas con diversidad funcional han sido discriminadas y no tratadas con normalidad en muchos ámbitos de la vida diaria. Los términos empleados para denominar al colectivo de personas con diversidad funcional juegan un papel primordial en el camino a la mejora de esta situación. Ya que las palabras llevan asociadas ideas y conceptos, a veces, no correspondientes con la realidad.
Si queremos huir totalmente de la discriminación, tendremos que eliminar ciertas palabras que denotan una connotación negativa asociadas a este colectivo. Como es el caso del término “minusválido” (menos válido) y “discapacitado” (no capaz de) cuya etimología es notablemente negativa.
Son palabras que están catalogadas como correctas en nuestra sociedad pero no por eso dejan de ser discriminatorias. Las escuchamos a menudo en la televisión y radio y las vemos reflejadas en nuestro alrededor (calles, aparcamientos, aseos, entradas y salidas, transporte e incluso en las propias leyes. No siempre se dicen de forma despectiva, también se usan con normalidad o por simple vagancia verbal.
Sin embargo en enero de 2005 se abre el debate y se crea un nuevo concepto para denominar a este colectivo. Es en el Foro de Vida independiente, donde se propuso emplear un nuevo término para designarlo, “mujeres y hombres con diversidad funcional”. Un concepto que apuesta por una visión más integradora al no entrar en la línea de denominaciones que sugieren una «normalidad». “Mujeres y hombres” (que quieren y necesitan vivir con los mismos derechos que todos los demás tal y como se recoge en la ONU). “Diversidad” (refleja la diferencia con lo que es habitual en la mayoría de la especie humana) y por último, “funcional” (relativo a las funciones de los órganos o partes del cuerpo). Todos somos iguales, con nuestras diferencias funcionales.
Se trata de un término correcto semánticamente hablando en nuestro lenguaje y recoge a la perfección los conceptos que queremos expresar sin necesidad de discriminar ni aminorar a nadie.
Desde este espacio, empujo a hacer uso de la empatía y a reflexionar sobre el término, y es que realmente, ¿cómo preferiríamos que nos denominara la sociedad? ¿Personas discapacitadas, minusválidas o mujeres y hombres con diversidad funcional? Lo ideal sería no tener que necesitar un término para ello, pero eso será una lucha mucho mayor y quizá utópica. Y cerramos este post con una frase del gran John F. Kennedy: “no podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que el mundo sea un lugar apto para ellas”.
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