Hoy no es un viernes cualquiera es, 28 de diciembre, Día Mundial de las Personas sin Hogar, aunque a mi parecer, también podría definirse como el Día de las personas sin acceso a sus derechos, ya que por desgracia, están exentos de esos derechos básicos, debido a su situación de exclusión social.
A pesar de que en nuestra Constitución Española se afirma en su artículo 47 que «Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho». En la realidad, esta garantía no se cumple. Las personas sin hogar carecen de recursos mínimos, no tienen cubiertas sus necesidades más básicas, no tienen acceso a la sanidad y a otros organismos sociales, debido a la situación de exclusión que viven.
Cuando existe un desarrollo y crecimiento económico en el país no implica una disminución de pobreza, sin embargo, en los periodos de crisis las personas más vulnerables sufren duramente las consecuencias, como es el caso de las personas sin techo.
La exclusión social es una situación que va más allá de la pobreza (aunque suelen darse juntas) y que hace referencia a un proceso en el que una persona no puede ejercer alguno de sus derechos sociales básicos como ciudadano. Una persona está excluida cuando carece de los recursos personales, sociales o económicos suficientes para ejercer su ciudadanía.
Las personas sin hogar no han llegado a esa situación de repente. Lo habitual es pasar por un proceso largo y doloroso antes de llegar a la exclusión social severa.
En el caso de España, en la actualidad, no existen datos actualizados acerca de cuantas personas viven en la calle, aunque podemos utilizar estimaciones. Se calcula que el número ronde las 40.000 personas sin hogar y un millón y medio de familias en infraviviendas, aunque la cifra oficial sea de 23.000 (en la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística de 2012).
Según el Informe realizado por Foessa 2014, en España, uno de cada veinte hogares se ve muy afectado por intensos procesos de exclusión social. Un total de 11,7 millones de personas (3,8 millones de hogares) están afectadas por diferentes procesos de exclusión social, 4,4 millones más que en 2007. Cinco millones de ellas, por situaciones de exclusión severa, un 82,6% más que en 2007.
Dentro de la Unión Europea, sólo Bulgaria y Letonia presentan indicadores de desigualdad más altos que España. Uno de los indicadores más comunes para medir su extensión, como es la relación entre la renta que acumula el 20% más rico y la del 20% más pobre, ha crecido más del 30% desde 2007. El Informe Foessa 2014 muestra su preocupación porque los indicadores de desigualdad son muy estables en el tiempo, lo que significa que esta situación corre el peligro de prolongarse en el tiempo, de convertirse en crónica.
A pesar de su cercanía física, la realidad de las personas sin hogar sigue siendo una de las más desconocidas por la ciudadanía y los agentes sociales (medios de comunicación, empresas, otras ONG, etc.), lo que facilita que se perpetúe el estigma, los falsos mitos y los prejuicios que han acompañado la imagen que en ocasiones tenemos de estas personas.
En definitiva, se hace necesario contar con una red de recursos sociales básicos en la lucha contra la exclusión. Se hace necesario que estas personas cuenten, además, con la compañía de otras personas en sus procesos de cambio, para facilitar su reencuentro consigo mismos y su entorno social.
Imaginemos por un instante, lo que sería estar literalmente solos, aunque vivamos rodeados de mucha gente, realmente estamos solos. No poder alimentarnos en condiciones durante horas, días, semanas… Pasar frío y temor desamparados en las oscuras y frías calles en invierno.Ponernos constantemente enfermos y no poder acudir a un centro médico (al no estar empadronados no tenemos acceso a cobertura sanitaria) aunque en la mayoría de los casos, aunque pudieran, no asistirían debido a la gran marginalidad que padecen. Llega el momento que te ves solo y no acudes a nadie, estás y te sientes totalmente excluido. Estás ahí pero nadie te ve. Vives con mucha gente pero para ellos no existes. Es horrible solo imaginarlo, ¿se imaginan vivirlo? Debemos poner de nuestra parte por cambiar esta realidad. Primero dejando de verles como invisibles y dejando los prejuicios y mitos detrás.
Con suerte los menos excluidos, acuden a comedores y albergues temporales donde solo pueden quedarse un tiempo, ¿y después qué? después el problema continúa hasta el punto de llegar a la exclusión total.
Conseguir cambiar esta situación es todo un reto, pero aún catalogándose como milagro, se puede cambiar, depende de todos, del Estado y de nosotros mismos.
Y recuerda, «Las personas cambian cuando se dan cuenta del potencial que tienen para cambiar las cosas. «Coelho, Paulo. Ayudemos a que otras personas se den cuenta del potencial que tienen para cambiar sus vidas.
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Felicidades! me encanta la web
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